Una de romanos
Suena
a historias de abuelo -o es que quizás ya sean historias de abuelo-
pero lo cierto es que hasta el año 2001, la vida de los jóvenes
españoles estuvo condicionada por el Ejército y la obligación de “servir
a la Patria”. Así durante al menos un año, la vida de los varones
españoles se veía alterada por un servicio militar obligatorio, la
popularmente conocido como “mili”, que los convertía de forma forzosa en
soldados uniformados y armados. Para algunos supuso la oportunidad para
salir del pueblo, para otros una pérdida de tiempo que obligaba a
aplazar estudios, retrasar la incorporación al mercado laboral e
incluso la pérdida del puesto de trabajo.
Hubo
quienes nos negamos a realizar ese servicio militar, declarándonos
objetores de conciencia, por lo que fuimos “penados” con un servicio
social sustitutorio que duplicaba en tiempo al militar. Otros fueron más
allá, manifestando su insumisión al ejército, lo que les llevó en
muchos casos a la cárcel.
En definitiva tanto los que hicieron la mili, como los que nos negamos a hacerla, tuvimos que sufrir sus consecuencias.
Los quintos
Desde
que Juan II de Castilla en el siglo XV impusiera la obligación de que
uno de cada cinco varones debía ir al ejército, a los jóvenes que cada
año reclutaba el ejército se les llamó “quintos”.
El
proceso de incorporación de estos quintos al ejército se iniciaba
cuando cada año el Gobierno fijaba el cupo de soldados que estimaba
necesario. Para su reclutamiento, los ayuntamientos citaban a los mozos
que habían cumplido los 21 años, para ser medidos, pesados y reconocidos
médicamente, elaborando en consecuencia unas listas con los nombres de
los mozos que por su edad y estado físico se les consideraba útiles para
el servicio militar.
Voluntario extrae la bola del bombo durante el sorteo de quintos (Foto elcorreo.com)
Mediante
un sorteo público, a cada uno de los mozos del contingente anual se les
atribuía un número de orden que determinaba su destino militar, y que
en el peor de los casos lo podía llevar al Norte de África y en el mejor
de los casos podía suponer que se librase de la mili por “excedente de
cupo”.
Las fiestas de los quintos
Con
motivo de este proceso de reclutamiento se celebraban las fiestas de
los quintos, en la que los jóvenes de la correspondiente quinta se
apoderaban de las calles de los pueblos. En Aldeanueva de Ebro, al grito
de “los quintos” la noche de un sábado del mes de octubre, se recorrían
las calles del pueblo, siendo habitual coger las cortinas de las
puertas de aquellos vecinos descuidados que no las habían quitado. Ya de
madrugada, se solía ir a algún corral, para coger conejos con los que
preparar un calderillo al día siguiente.
Quintos en Aldeanueva de Ebro en los años 50 (Foto Antonio Martínez)
Quintos en Aldeanueva de Ebro en los años 70 (Foto Antonio Martínez)
El
tiempo pasa muy deprisa, y cualquier pretexto puede ser bueno para
reunirse los antiguos amigos y recordar los tiempos en los que se fue
“más” joven. Y uno de esos pretextos es el paso de 25 años desde que se
fue quintos. Y eso es lo que desde hace tiempo se celebra en Aldeanueva
de Ebro. Así todos los años en el mes de julio, los que han cumplido 46
años, se juntan un sábado para pasar un día de fiesta. Y este año nos
tocó a los nacidos en el año 1966, quienes el pasado 28 de julio nos
reunimos de nuevo, alguno hacía más de 30 años que no nos veíamos.
Quintos del año 1966 (Foto Nino Argazk)
El programa se inició con un almuerzo tempranero en “El Molino”: huevos fritos con chorizo regado con buen vino para los más animosos, y cafecito para los que todavía andaban medio dormidos.
Del
almuerzo a la iglesia, y es que parece que no hay manera de librarse
del peaje de la religión. Y de allí al cementerio, para colocar un ramo
de flores a nuestro amigo Toño Miranda.
La
visita guiada a la bodega cooperativa Viñedos de Aldeanueva seguida de
la degustación de un buena y generosa selección de vinos fue caldeando
el ánimo. De allí a la bodega Real Rubio, donde entre vinos, cervezas y
alguna partida al futbolín dimos paso a la comida. Tras la comida música
y copas en la misma bodega hasta el atardecer.
En la bodega Viiñedos de Aldeanueva (Foto Nino Argazk)
En la bodega Real Rubio (Foto Nino Argazk)
Con
las sonrisas de oreja a oreja y con los ánimos exaltados, comenzamos la
ronda por los bares del pueblo, alternando las cervezas con juegos
“tradicionales” como la silla, el pañuelo, carrera de sacos...
Jugando a la silla (Foto Nino Argazk)
Jugando al pañuelo (Foto Nino Argazk)
El
ejercicio abrió el apetito, así que la fiesta continuó en el
Restaurante Venus donde dimos buena cuenta de la cena. Ya con las
fuerzas recuperadas la noche se fue prolongando entre copas por los
bares, hasta que ya cercano el amanecer, los que todavía quedábamos en
pie terminamos el día comiendo un chocolate en casa de nuestra quinta
Merce.
Cenando en el Restaurante Venus (Foto Nino Argazk)
1 comentario:
Tuve el placer de conocer a Carmen Sáenz estudiando juntas en la Escuela de Turismo de Zaragoza. Despues de mas de 30 años nos encontramos y fue una alegria para las dos. Por desgracia fallecio ayer. Donde quiera que vayas te recordare siempre porque personas como tu dejan una estela que nunca se apaga.
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