1.- De la creación del Sindicato Único a la clandestinidad
En el II Congreso de la CNT celebrado los días 10 al 18 de diciembre de 1919 se estableció que su base organizativa serían los sindicatos de ramos e industrias si bien en las localidades más pequeñas los trabajadores debían agruparse en sindicatos únicos. No tardarían los anarquistas aldeanos en acomodar su estructura organizativa al modelo establecido, constituyendo un Sindicato Único de Trabajadores cuyo primer acto público fue la celebración el día cuatro de abril de 1920, festividad de la Pascua de Resurrección, de un mitin de propaganda sindical en la plaza de toros.
Atendiendo a su ideario, como anarquistas cuestionaban todos los fundamentos del sistema político, social y económico propugnando la abolición del Estado, de la propiedad privada, de las clases sociales, del trabajo asalariado, teniendo como objetivo conseguir una sociedad libre e igualitaria a través de la propiedad comunitaria y regida por la máxima de “cada uno de acuerdo con sus capacidades y a cada uno de acuerdo con sus necesidades”. Este era un sindicalismo revolucionario que defendía su proyecto al margen las instituciones políticas y parlamentarias mediante la acción directa, lo que suponía el enfrentamiento directo con patronos y autoridades sin instancias intermedias.
La actividad en este primer periodo se caracterizó por la violencia de sus acciones, sucediéndose catorce incendios en los meses de julio y agosto, y alcanzando su punto álgido con la colocación la noche de Todos los Santos del año 1920 de dos bombas, una de ellas en la Sociedad de Recreo “La Constancia”, sede social de la Federación Patronal de la localidad y la otra en la Plaza del pueblo.
Como consecuencia del atentado el sindicato desaparecerá formalmente continuando su actividad en la semiclandesitinidad durante 11 largos años.
2-. De la legalización a la represión
Será con la llegada de la II República cuando resurja el Sindicato Único. Apenas habían pasado 15 días de su proclamación cuando el 3 de mayo de 1931 Claudio Cunchillos impartía una conferencia sobre sindicalismo y anarquismo y el 17 de junio se legalizaba el sindicato con Claudio Cunchillos Vergara, Salomé del Río y Gregorio Izquierdo Martínez como cabecillas más visibles y estableciendo su sede en la Calle Pi i Margall número 41, donde comenzaran a reunirse y a celebrar actos de afirmación anarcosindicalista.
El año 1932 lo iniciarán con una huelga en protesta por los sucesos de Arnedo y que llevó al cierre de la fábrica de alcoholes de José Mª Berenguer. Ese mismo año 1932 dejaran su sede, pero no comunicaron al ayuntamiento la dirección de la nueva, lo que motivó la intervención del alcalde en la sesión de 31 de enero de 1932, quien exigió cumplir la orden del gobernador civil para formar un registro de asociaciones. Ante su negativa, el 28 de febrero el Sindicato Único será disuelto obligándoles, una vez más, a actuar en la semiclandestinidad lo que no impidió que durante ese mismo año desarrollasen una intensa actividad propagandista sucediéndose las celebraciones en el Teatro Cervantes de mítines de afirmación sindicalista, contra las deportaciones, la clausura de sindicatos y la persecución de las prensa obrera, de una conferencia sindical y educativa y de una asamblea para tratar asuntos de interés para la clase obrera.
Ya en octubre de 1933, y tras un periodo de radicalización cuyo punto culminante fue el sabotaje de las elecciones municipales del mes de abril, reunidos en asamblea general en el Teatro Cervantes abordaron su legalización, aunque está no se llevó a efecto. El último acto público que celebrarían ese año sería un mitin antielectoralista en vísperas de las elecciones a Cortes.
Durante el bienio negro con la derecha en el poder central y con sus rivales ugetistas en el gobierno municipal, los anarquistas se sumieron en la clandestinidad, de la que no saldrán hasta que se produzca el triunfo del Frente Popular el 16 febrero de 1936. Así, apenas un mes más tarde, el 10 de marzo, una comisión reorganizadora formada por Claudio Cunchillos, Epifanio Montiel y Ángel Ruiz presentarán ante el Gobierno Civil el reglamento por el que se había de regir el Sindicato Único. A partir de entonces la presencia de la CNT en la vida política y social del pueblo fue en ascenso, así como el número de sus afiliados, que en mayo de 1936 llegaba nada menos que a 170.
Un mitin celebrado en el Teatro Cervantes un mes antes de la sublevación militar sería el último acto público de los anarquistas aldeanos. A partir de entonces la brutal represión (39 militantes de la CNT serán asesinados) y el olvido será el futuro que les esperaba.
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