Si el año pasado recorrimos el tramo entre Zaragoza y Miranda de Ebro del Camino del Ebro,
este año nos tocó la dirección contraria “descendiendo” desde Zaragoza
hasta el mar. En principio un recorrido cómodo pero que en realidad no
lo es tanto, ya que el río suele ir encajonado entre escarpes que alejan
el camino de su orilla y lo convierten en continuos sube-bajas algunos
de importante desnivel. Por su parte la ocupación de los antiguos
caminos por las aguas del embalse de Mequinenza obligan a subir a las
planas que lo bordean. Además no hay que olvidar que para llegar al mar
se debe superar la cordillera Costero Catalana. Finalmente la lluvia de
los días anteriores habían dejado los caminos muy embarrados lo que
añadió dureza al recorrido.
Día 1. Zaragoza - Escatrón
El
primer día salimos de Zaragoza con una espesa niebla que apenas nos
dejaba ver más allá de la rueda delantera. Gracias a que nos movíamos
por terreno conocido y a la amplitud del camino pudimos ir avanzando
hasta que ya cercano el medio día vimos el sol.
Noria en Velilla de Ebro
El
recorrido desde Zaragoza hasta Gelsa es completamente llano y no tiene
ninguna dificultad. La cosa se nos complicó en las inmediaciones de
Alforque, cuando el camino se convierte en una estrecha senda elevada en
un balcón sobre el Ebro, y que debido a las lluvias del día anterior se
había convertido en un terreno arcilloso impracticable que nos obligó a
echar pie a tierra y a arrastrar las bicicletas. Desde este tramo
“negro” hasta llegar a Sástago el barro fue nuestro inseparable y pesado
compañero. En la gasolinera de Sástago limpiamos las bicicletas y
decidimos afrontar los últimos y empinados kilómetros hasta Escatrón por
carretera.
La barca de Alforque
En
Escatrón nos alojamos en el Hostal El Embarcadero. Tras una merecida
jarra de cerveza, una buena ducha, ronda por los bares del pueblo (corta
por obligación), cena y a dormir.
Día 2. Escatrón – Mequinenza
Si
el primer día fue el barro, el segundo día cobró protagonismo la
lluvia. Salimos de Escatrón con una ligera llovizna que nos obligó a
ponernos los chubasqueros. El camino desde este pueblo arranca por una
estrecha senda pegada a la orilla del Ebro, que aquel día estaba
completamente encharcada y embarrada y por la que era imposible caminar,
así que nos vimos obligados a recorrer los primeros kilómetros por
carretera.
En
las proximidades de la laguna salada de Chiprana nos reincorporamos al
camino, y ya sin lluvia y por un camino muy llevadero llegamos a Caspe
donde paramos a almorzar. La salida de Caspe se hace por un camino
asfaltado en sus primeros kilómetros, que nos lleva por la vega del
Guadalope con preciosas vistas del paisaje típico del Bajo Aragón hasta
la presa de Moros. A poco más de un kilómetro de este punto abandonamos
el camino que de manera sinuosa nos hubiera llevado hasta Mequinenza
bordeando el embalse, y en su lugar cogimos la carretera N-211.
Por
la carretera en suave pero continua subida fuimos adelantando
kilómetros mientras el día iba empeorando, hasta que finalmente al
mediodía nos cayó un fuerte chaparrón. Con la carretera muy mojada nos
fuimos acercando a Mequinenza, encarando unos kilómetros de dura y
prolongada subida que finalmente dieron paso a una pronunciada bajada
que nos dejó a orillas del embalse.
Mi amigo Nacho en el embalse de Mequinenza
Mequinenza
es singular; inundado por las aguas del embalse, el nuevo pueblo está
actualmente “ocupado” por alemanes, franceses, ingleses, que atraídos
por las posibilidades de pesca que ofrece la mayor masa fluvial interior
de Europa no solo practican esta actividad sino que regentan buena
parte de sus negocios: tiendas, campings, hoteles... donde a duras penas
se habla castellano.
En
Mequinenza tras un frustrante intento por pasar la noche en el “Camping
Bellavista” regentado de malas maneras por unos alemanes -esa es al
menos nuestra experiencia- finalmente nos alojamos y cenamos en el
Hostal Mequinenza.
Dia 3. Mequinenza - Mora
Toda
la noche estuvo lloviendo en Mequinenza y seguía lloviendo cuando bien
protegidos del agua nos dispusimos a comenzar la etapa del día. Pero de
manera providencial y antes de salir del pueblo dejó de llover, y ya no
volvimos a tener problemas con la lluvia en el resto del camino.
Embalse de Ribarroja
La
primera parte del día fue una auténtica gozada. Tras cruzar el puente
sobre el embalse de Ribarroja, el camino va bordeando este embalse por
una carretera en suave subida que nos lleva a una pista en un principio
encajonada y que va cogiendo altura acercándonos a las instalaciones de
antiguas minas de carbón actualmente en desuso. La pista continua entre
tierras de cultivo y alguna antigua masía, para finalmente introducirse
en un pinar que en dura y prolongada pendiente nos lleva hasta la
carretera en las inmediaciones de Almatret.
El
tramo una vez pasado Almatret, según nos habíamos informado, resulta
impracticable en bicicleta por lo que decidimos abandonar el camino y
continuar por la carretera, que en pronunciado y continuo descenso nos
llevó hasta Flix.
En
Flix intentamos de manera infructuosa retomar el camino, para lo que
había que cruzar el río Ebro utilizando una barca de sirga que por
desgracia solo funciona en los meses de verano, así que tuvimos que
continuar por la carretera hasta Ascó donde finalmente tomamos un camino
que nos fue acercando hasta el desfiladero del “Pas de l’Ase”, una
vertical y pedregosa senda que obliga a bajarse de la bicicleta para
superarla. Las vistas del Ebro que ofrece este paso, compensan el
incordio de tener que arrastrar la bicicleta.
Pas de l'Ase
Ya
sin ninguna dificultad el camino nos condujo hasta Móra d’Ebre, donde
teníamos previsto finalizar la etapa, pero al no encontrar alojamiento
tuvimos que acercarnos hasta Mora la Nova, donde ese mismo día comenzaba
la Feria Agrícola e Industrial, así que una vez duchados y adecentados
nos acercamos a la amplísima feria para darnos un largo paseo entre
maquinaria agrícola, coches, animales (caballos, vacas, aves...) y las
atracciones feriales. Coincidiendo con la Feria Agrícola, también se
celebraba la “Feria del vino” con unas 30 bodegas de los alrededores
que ofrecían sus caldos y donde pudimos catar vinos del Priorato, del
Montsant, de Tarragona y de la Terra Alta. Tras los vinos una generosa
cena, y a la cama.
Embarcadero de García
Día 4. Mora - Deltaebre
Desde
Mora d’Ebre un suave camino nos llevó hasta Miravet, sin lugar a dudas
el pueblo más bonito por el que pasamos estos días. Colgado sobre el río
Ebro sus calles se empinan en una fuerte subida que hay que seguir
hasta alcanzar la iglesia, para desde allí descender una cuesta vertical
que te lleva a la orilla del Ebro.
Miravet
A partir de aquí se inicia un sube
baja por una buena pista que finalmente se convierte en senda colgada
sobre el río, y que poco a poco se va haciendo cada vez más dificultosa
hasta hacerse impracticable con la bicicleta, debiendo continuar durante
más de un kilómetro andando para superar el Paso de Barrufemes con
algunos tramos con grandes rocas que hacían extremadamente difícil andar
con las bicicletas. Este paso es muy bonito pero para hacerlo andando
sin tener que arrastrar una bicicleta.
Por las calles de Miravet
Superado
este tramo, la pista continúa hasta Benfiallet con sube-bajas entre
naranjos y mandarinos que en esta época estaban en plena recolección y
que tentaban a parar y a probarlos, y eso fue lo que hicimos.
En
Benifallet tomamos la Vía Verde de Val de Zafán que en ligera subida
nos acercó hasta Xerta y Tortosa donde finaliza la vía verde. En Tortosa
nos encontramos con la desagradable sorpresa de que sin ningún tipo de
señalización que lo advirtiese, las obras que se están realizando dejan
incomunicada la vía verde del puente que cruza el Ebro, por lo que no
hay posibilidad de continuar, viéndonos obligados a retroceder un par de
kilómetros para entrar en Tortosa por una peligrosa y concurrida
carretera.
Desde
Tortosa a Amposta el camino se hace verdaderamente feo, atravesando por
zonas muy urbanizadas y de paisajes poco agradecidos. El viento que al
comenzar el día era suave, cuando llegamos a las inmediaciones de
Amposta empezó a soplar con enorme fuerza, por lo que el último tramo
del día que nos llevó hasta Deltebre siguiendo los caminos de servicio
de los canales que riegan los extensos arrozales de la zona, se hizo muy
complicado.
Camino entre arrozales
Deltebre
es un pueblo con un casco urbano feo sin paliativos fruto de un
crecimiento urbanístico desordenado y apresurado. El fortísimo viento de
aquella tarde que llegó a romper varios árboles tampoco acompañaba, así
sus calles estaban completamente desiertas lo que le daba un aspecto
verdaderamente desolador. Bien ventilados y sin apenas compañía dimos
una ronda por los bares, jugamos unas partidas al billar y finalmente
cenamos una buena paella.
Día 5. Deltebre - Desembocadura
El quinto y último día lo dedicamos a ver el Parque Natural del Delta del Ebro y sus extensos arrozales, acercándonos en primer lugar hasta la Punta del Fangar para ver su faro y finalmente realizar el último tramo del camino, que nos llevaría hasta la desembocadura del río Ebro en el mar Mediterráneo, punto final de nuestro recorrido.
Punta del Fangar
El final del camino
No hay comentarios:
Publicar un comentario