El término municipal de
Aldeanueva de Ebro ha estado poblado desde fechas muy antiguas, como
lo demuestran los restos arqueológicos hallados en sus
inmediaciones. Gracias a ellos podemos saber que ya en la Edad de
Bronce Final (alrededor del 800 a.c.) había algún
núcleo de población estable.
En época romana, las
centuriaciones o reparto de tierras cultivables de Calahorra y
Alfaro, se unían en el actual casco urbano de Aldeanueva de
Ebro, por lo que su territorio era cultivado por calagurritanos y
alfareños, quienes construyeron distintos asentamientos
rústicos de los que se han encontrado restos constructivos así
como un ara votiva en las proximidades.
Nace una nueva aldea cerca del Ebro
Pero no será hasta la Edad
Media, y tras la reconquista cristiana ocurrida a mediados del siglo
XI, cuando surja Aldeanueva. Las condiciones que ofrecían las
tierras que se extendían entre la sierra de Yerga y el río
Ebro la hacían especialmente apetecible para el desarrollo
agrícola y pastoril, por lo que progresivamente se fueron
estableciendo algunos moradores en una suave loma protegida de las
aguadas de las tormentas y con una fuente a sus pies.
De este modo
surge una nueva aldea, a la que los documentos de comienzos del siglo
XIV llaman indistintamente “la aldea nueva” o “la aldea de la
fuente”. Para tratar los asuntos comunes, todos los vecinos se
juntaban o "ayuntaban", siendo este el origen del
ayuntamiento o concejo del lugar de Aldeanueva. Con la construcción
en el S. XIV de una pequeña iglesia en honor a San Bartolomé
con cabida para unos 100 vecinos, los aldeanos dispusieron de los
elementos básicos de una aldea en esa época.
Un pueblo pujante
El siglo XVI fue uno de los periodos
más prósperos de la historia de la localidad. El
incremento de la población es continuo gracias a la llegada de
gentes tanto de las sierras riojanas como del País Vasco. De
este modo se alcanzan los 350 núcleos familiares.
A esta
creciente población los límites agrarios le resultaban
estrechos, por lo que roturan terrenos marginales e inician la
expansión por las jurisdicciones de los pueblos circundantes.
Mediante una agricultura de secano se obtenía cereales, aceite
y vino; las hortalizas cultivadas en las escasas zonas regables y
algunos árboles frutales diseminados por los linderos de las
fincas completaban la producción agraria. Los productos
obtenidos servían para asegurar el consumo interno del pueblo
y los excedentes de vino y pan se destinaban al comercio,
principalmente en tierras vizcaínas.
La bonanza económica se
manifiesta en una serie de obras de gran envergadura como la
ampliación de la iglesia parroquial y la realización de
su espectacular retablo mayor o la construcción de las ermitas
de San Roque y del Portal.
De aldea a villa: el pueblo de las
tres mentiras
Frente a la bonanza del siglo XVI, el
XVII está marcado por la crisis demográfica y
económica. Iniciado el siglo con una feroz epidemia de peste,
la sequía y el pedrisco dejaron en torno a 1650 al pueblo sin
grano para sembrar y mucho menos para hacer frente al pago de los
impuestos. Una deuda de 14.000 reales a las arcas reales provocó
la venta de bienes, casas y enseres de los vecinos por parte de los
recaudadores. Esta situación de miseria condujo al abandono
masivo del lugar, descendiendo su número a 275 cabezas de
familia.
En el año 1663, Juan Manuel
Iñiguez de Arnedo compraba Aldeanueva, pasando a ser un
pueblo de señorío
con el nuevo nombre de Arnedo de Ebro. Pero los vecinos, a pesar de
la calamitosa situación en la que se encontraban, decidieron
hacer uso del derecho de tanteo, por el cual en un plazo de 60 días
podían comprar la villa pagando 4.125.000 maravedíes.
No fue fácil conseguir el préstamo de una cantidad tan
elevada (de hecho los intereses se estuvieron pagando hasta comienzos
del siglo XX). Además se tuvieron que enfrentar a la dura
resistencia de Juan Manuel Iñiguez y sus partidarios,
viviéndose unas jornadas verdaderamente violentas en la que
los tiros de escopeta y las agresiones a personas y bienes se
sucedieron. Tras duros pleitos, el 13 de febrero de 1664 Felipe IV
admite el tanteo concertándose el 25 de marzo la venta de la
jurisdicción, señorío y vasallaje de Aldeanueva
a favor de sus vecinos, pasando desde ese momento a ser una villa
independiente.
Aldeanueva de Ebro dejaba de ser una
aldea, el paso del tiempo había hecho que ya no fuera tan
nueva, y lo cierto es que el Ebro quedaba un poco distante. Se podía
decir que era el pueblo de las tres mentiras, como a partir de
entonces empezó a ser conocido.
Un próspero siglo XVIII
Ya libres de dependencias, el siglo
XVIII fue un periodo próspero que se materializó en
importantes obras civiles y religiosas. Así la iglesia
parroquial se ve fuertemente transformada con la construcción
de un nuevo pórtico -desde entonces considerado su entrada
principal-, de nuevas capillas, la ampliación de la sacristía,
o con un nuevo cementerio construido en su interior. También
es probable que en ese siglo se edificara la ermita de la Virgen de
los Remedios.
Pero además se emprendieron
importantes obras civiles como la construcción de una presa
para contener las aguas sobrantes del río Cidacos y
conducirlas mediante acequias hasta los campos aldeanos. De esta
manera se quería hacer frente a la principal dificultad a la
que se enfrentaban los agricultores aldeanos: la falta de agua. Y es
que, pese a la proximidad del río Ebro sólo un 9% del
término municipal era regable
Auge y caída vitivinícola
El siglo XIX se inicia con la acción
devastadora de las tropas francesas, quienes en el año 1808 y
por cuatro ocasiones invaden el pueblo. Las guerras carlistas que
afectaron de modo indirecto al pueblo y el proceso desamortizador de
los bienes eclesiásticos fueron algunos de los acontecimientos
que alteraron la rutina diaria de los aldeanos.
En el último cuarto del siglo
XIX se produce una radical transformación económica de
mano de la creciente demanda de vino tras la destrucción del
viñedo francés atacado por la filoxera. Así, las
151 hectáreas cultivadas de viñedo se convirtieron en
1100 hectáreas, a las que había que sumar las 1650
hectáreas plantadas por los aldeanos en las jurisdicciones de
los pueblos vecinos. Para atender a la nueva producción el
pueblo se llenó literalmente de bodegas, en las que se
llegaban a elaborar hasta 300.000 cántaras de vino, que en su
mayoría eran compradas por vinateros y comisionistas
franceses, guipuzcoanos y catalanes.
A comienzos del siglo XX con el cierre
del mercado francés y la aparición de la filoxera en el
pueblo acaba con una edad de oro de la viticultura aldeana que no se
volverá a repetir hasta finales del siglo XX.
Una 1ª mitad de siglo XX muy
dura
La primera mitad del siglo XX fue muy
tensa y dura. Las enormes desigualdades en la propiedad, las crisis
periódicas de hambre, el desempleo y la miseria de la mayoría
de la población, era la realidad social existente. La guerra
civil y la dura posguerra completan el panorama de uno de los
periodos más difíciles de nuestra historia.
Presente y futuro
prometedor
La situación ha
cambiado en las últimas cuatro décadas, desarrollándose
un periodo de prosperidad que ha transformado el pueblo. La
modernización de su agricultura, gracias a la mecanización
y a la ampliación de regadíos, ha posibilitado una
importante producción hortofrutícola a la par que se ha
incrementado la productividad del viñedo, que junto a los
champiñones completan la actual producción agraria.
Asociada a la agricultura se ha desarrollado una pujante industria
alimentaria con varias fábricas de conservas vegetales y un
número creciente de bodegas tanto de elaboración como
de crianza de vinos. Pero además se ha abierto a otros
sectores industriales como el del metal, contando con una fábrica
de envases metálicos, que se encuentra entre las más
importantes de La Rioja.
Entre sus vecinos más
ilustres hay que destacar a Miguel Ángel Sáinz Jiménez,
uno de los principales artistas contemporáneos, recientemente
desaparecido. De su mano el pueblo se ha ido cubriendo de obras de
arte que le han dado nueva personalidad, así sus esculturas,
mosaicos, vidrieras, pinturas, se encuentran diseminadas por sus
calles y plazas, sus edificios religiosos (iglesia, ermita,
cementerio) edificios culturales (cine) y por muchas de las casas
particulares; incluso por los montes podemos encontrar sus
esculturas.
Prado Martínez, Miguel Ángel del. Tres mentiras con una historia secular. En: La Prensa del Rioja, ISSN 9956-4920, Nº 170, 2003, págs. 12-15
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