martes, 3 de enero de 2012

La obra de Miguel Ángel Sainz: “El barquero” (Mendavia, 1998)

Escultura en homenaje a la barca que cruzaba el Ebro en el término navarro de Mendavia. Tamaño natural en marmolina roja. 

 
Esta compuesta por el torso desnudo del barquero y la figura de una pasajera que dialoga con él apoyada en la barandilla de la barca. El barquero tira de la cuerda anudada a ambas orillas. 

El torso del barquero se apoya sobre un bloque de piedra, indicando su sujección para toda la eternidad a su destino de conductor -al igual que el propio Miguel Ángel estaba atado a su Arte- mientras la mujer permance en su conversación ajena a la problemática del autor. 

 
El barquero, es decir el propio Miguel Ángel actúa como el “conducator” que traslada de una orilla a otra, que va y viene, que se fuga y retorna, pero que no sobrepasa los límites prefijados por las márgenes, sirviendo en cambio de elementos de traslación y comunicación entre una y otra de las riberas: la de la realidad y la de la imaginación. 


Texto basado en “Miguel Ángel, desde lo hondo” de José Luis Labandíbar.