viernes, 5 de diciembre de 2014

El abastecimiento de los productos alimenticios básicos

Durante siglos una de las principales funciones desempeñadas por los concejos fue la de garantizar que la población estuviera abastecida de pan, vino, carne y aceite, unos productos básicos cuya escasez provocaba carestías, hambrunas, enfermedades, malestar social y alteraciones del orden. Con una economía basada en una agricultura cercana a la subsistencia y sometida a las veleidades climáticas que en forma de sequías o inundaciones, heladas o excesos de calor podían arruinar las cosechas, este objetivo no siempre era fácil.


Para intentar asegurar el adecuado abastecimiento, los concejos ejercían un estricto control sobre el comercio desarrollado en el interior de los pueblos, vigilando la salida de productos para impedir el desabasticimiento de la población, fijando los precios de venta para evitar los abusos, inspeccionando las pesas y medidas utilizadas por carniceros, tenderos, taberneros… para evitar los fraudes.

Pero además se ocupaban del suministro, monopolizando la venta de los alimentos básicos en la localidad a través de una serie de establecimientos de propiedad municipal como carnicerías, tiendas, tabernas, mesones, hornos que gestionaban directamente con administradores nombrados al efecto o, como ocurría más habitualmente, los arrendaban al mejor postor en subastas públicas. Muestra de la importancia económica que tenían estos arrendamientos es el hecho de que el dinero obtenido por este medio era una de las principales fuentes de ingreso de las arcas municipales.

En Aldeanueva de Ebro su ayuntamiento monopolizaba el abastecimiento tanto del trigo como de la carne, el vino, el aceite y el pescado, para lo que se servía de una serie de casas destinadas a pósito, tienda de aceite y pescado, carnicería y mesón. Con la salvedad del pósito, administrado directamente por el concejo, el resto de los establecimientos así como el abastecimiento de los productos alimenticios eran arrendados anualmente siguiendo un procedimiento perfectamente regulado y basado en la publicidad y la libre concurrencia.

Como norma general a comienzos del año, el concejo sacaba a pública subasta los distintos abastos, estableciendo las condiciones a las que se debían ajustar los arrendatarios y que eran pregonadas por tres veces y en distintas fechas en la plaza pública. Los interesados hacían sus “posturas”, “rematando” el concejo el abasto en la oferta que le fuera más ventajosa. Elegido el abastecedor éste se obligaba, mediante contrato suscrito ante el escribano, a abastecer según las condiciones fijadas. Como garantía del cumplimiento de los compromisos adquiridos los “obligados” debían presentar a un fiador.

Abasto de trigo y pan

La economía de los aldeanos en la Edad Moderna no sólo estaba próxima a la subsistencia sino que además era muy frágil. La sequía del terreno los tenía acostumbrados a la escasez de las cosechas, por lo que de ordinario tenían necesidad tanto de pan para comer como de trigo para sembrar. Incluso en los años de bonanza, los graneros de los más pobres ya estaban vacíos cuando apenas había entrado el invierno permaneciendo sin grano hasta la nueva cosecha.

Para paliar estas carencias en el año 1576 se decidió hacer un pósito de pan donde hubiese almacenado trigo abundante para prestar a los vecinos necesitados, vender a los panaderos y a los caminantes que pasasen por el pueblo. Para su administración se nombraba anualmente a un mayordomo que se encargaba de comprar el trigo en verano, cuando su precio era más barato, y que era prestado a los campesinos en otoño. El préstamo del trigo se anunciaba públicamente para que todos los interesados pudieran acudir al reparto. Ya en el verano y tras la cosecha, los campesinos debían devolver la cantidad de trigo que habían recibido más el pago de un pequeño interés. 

Junto al abastecimiento del trigo el ayuntamiento se ocupó de que no faltase el pan en el pueblo. Así cada año y en el mes de enero se sacaba a pública subasta el arriendo de la “panadería” adjudicándola al panadero que se obligaba a entregar más cantidad de pan por cada fanega de trigo recibido del pósito.

A partir del mes de junio, los panaderos que se hacían con el arriendo, recibían del mayordomo del pósito sucesivas partidas de trigo en una cantidad que solía ser de 50 fanegas y hasta que se acababan las existencias en la cámara del pósito.

Una vez recibido y molido el trigo, los panaderos debían amasar y cocer el pan en sus hornos, para finalmente entregar a un receptor los panes a los que se se hubiera obligado para su posterior venta pública. Así por ejemplo en el año 1598 Pedro Bonete se obligó a entregar 27 cuartales de pan por cada fanega de trigo recibida (los cuartales eran panes que tenían la cuarta parte de una hogaza) y un año más tarde Andrés Pérez se obligó a entregar 28 cuartales y medio por fanega (1). Los panes que obtuviera de más el panadero sería la ganancia que conseguiría del arriendo.

El ayuntamiento carecía de un establecimiento propio destinado a la venta del pan, siendo obligación del adjudicatario del abasto facilitar la “botica para poner el pan” tal y como se estipulaba en las condiciones de la panadería del año 1598. En esta “botica” el pan era vendido al precio fijado por el ayuntamiento teniendo en cuenta que éste no fuera muy elevado y que a su vez permitiese al pósito tener ganancias. El dinero obtenido debía ser entregado al mayordomo del pósito quien lo guardaría en un arca de tres llaves junto al resto de caudales. 

Abasto de vino

El vino era considerado un alimento de primera necesidad, por lo que el concejo estaba obligado a garantizar su provisión lo que conseguía disponiendo de una taberna pública en la que no debía faltar el vino y que era sacada a subasta a comienzo de cada año, adjudicándola al postor que más ventajas ofreciese al municipio.


Hasta finales del siglo XVII el terreno destinado a viñedo en Aldeanueva de Ebro era muy reducido, debido a las limitaciones impuestas por la ciudad de Calahorra quien se reservaba la producción y comercialización del vino a costa de graves perjuicios para sus aldeas dependientes. Como consecuencia de ello la producción local de vino no llegaba a cubrir las necesidades de consumo de los aldeanos, al menos hasta que en el año 1691 y tras duros y largos litigios con Calahorra, consiguieron licencia real para poder plantar 1000 fanegas de viña.

Ante esta situación de carencia, los aldeanos estaban obligados a traer vino de fuera de la localidad y de ese cometido se ocupaba fundamentalmente el arrendatario de la taberna, quien se obligaba a acarrear el vino necesario “de donde lo mandare el ayuntamiento” ya fuera de dentro o de fuera del reino de Castilla. Como compensación por estas tareas de carretería el tabernero recibiría una retribución económica, así por ejemplo en las condiciones del arriendo de los años 1598 y 1599 se estipulaba que se le entregará “6 maravedís de cada legua de cada una cántara y cuatro de vendaje”, además “si el vino es de fuera de este reino se le pagarán los diezmos y mermas de cántara” (2).

El ayuntamiento de Aldeanueva de Ebro no disponía de taberna propia, por lo que la venta de los caldos la debía realizar el arrendatario en su propia bodega. Por su parte los cosecheros de la localidad también estaban autorizados a tener taberna en su casa, pudiendo vender al menudeo el vino de su propia cosecha y “por cantarado” el que trajesen de fuera del pueblo.

El precio del vino era establecido y regulado por el concejo de tal manera que todos los vendedores estaban obligados a venderlo “según postura del regidor”. Los caldos estaban gravados por una amplia gama de impuestos tanto municipales como reales o eclesiásticos (alcabalas, sisas, servicios de millones, diezmos…) lo que repercutía en su precio hasta tal punto que se ha llegado a estimar que entre un 60 y 68% del precio final del vino correspondía al pago de impuestos.

Los taberneros actuaron de intermediarios entre los consumidores y la hacienda real y municipal, así en Aldeanueva de Ebro el tabernero era el encargado de pagar en primera instancia la alcabala sobre el vino, encargándose posteriormente de su cobro al realizarse las ventas del vino. Así por ejemplo en el año 1598 Diego Marín se obligó a entregar 19 ducados al ayuntamiento de la alcabala del vino y un año más tarde Diego García consiguió el arriendo de la taberna pagando 13 ducados y medio por el mismo impuesto.

Abasto de carne

Para garantizar el abasto de carne el ayuntamiento de Aldenaueva de Ebro disponía de una carnicería pública que sacaba a subasta anualmente. Establecidos unos precios iniciales de venta de las carnes, los aspirantes debían realizar ofertas a la baja. Elegido el arrendatario, éste suscribía un contrato en que se definían con exactitud las condiciones del arriendo.


Al adjudicatario del suministro el ayuntamiento le entregaría la carnicería para que abasteciese de carne a la localidad desde el día de San Juan hasta el mismo día del año siguiente, debiendo contratar un cortador “a contento del pueblo” para que se encargara de la venta.

En la carnicería no debía faltar el carnero (macho de oveja de más de dos años de edad) ya que su carne era la más consumida. Estos carneros podían ser tanto capados como “cojudos”, es decir sin castrar, aunque estos últimos sólo los podían matar desde Pascua de Resurrección hasta finales de mayo, tal y como se establece en las condiciones del arriendo del año 1598 (3). Por su parte el carnicero estaba obligado a matar a partir de Pascua de Resurrección dos carneros capados semanalmente.

La carne de vaca, aunque menos consumida también era habitual en la carnicería. Más extraño era encontrar carne de animales jóvenes como los corderos y cabritos. Además de estas especies principales, también se vendían otras carnes menos apreciadas como las de oveja y la de cabra. Los menuceles, asaduras, cabezas y el sebo eran otros de los productos que los aldeanos podía encontrar en la carnicería.

El precio de las carnes se establecía por libras, siendo la más cara la de carnero, seguida del cordero y el “irasco” o cabrito; finalmente la vaca, oveja y cabra eran algo más barata.

Tipo de carne
Precio 1598
Precio 1599
Carnero
50 maravedís la libra
54 maravedís la libra
Cordero
40 maravedís la libra
40 maravedís la libra
Oveja
36 maravedís la libra
36 maravedís la libra
Vaca
36 maravedís la libra
36 maravedís la libra
Irasco (cabrito)
40 maravedís la libra
40 maravedís la libra
Cabra
36 maravedís la libra
36 maravedís la libra
Menudo
8 maravedís
8 maravedís
Asadura de cordero
20 maravedís

Cabezas

10 maravedís
Sebo

50 maravedís la libra


Los animales destinados a la carnicería se debían matar dentro del pueblo, no obstante estaba permitido, aunque con carácter excepcional, el sacrificio en el campo, así en los contratos de arrendamiento se especifica que “si muere alguna res en el campo, jurando el pastor que la degolló viva, se haya de vender al mismo precio, siendo vendible, y a vista del ayuntamiento”.

El carnicero para cumplir con su cometido debía disponer de un rebaño suficiente, cuyo mantenimiento se veía favorecido al incluir en el arriendo el disfrute de ciertos derechos de pasto, así podía pastar en los rastrojos con hasta 400 carneros y 50 ovejas de su propiedad desde el día de San Juan, y en los campos y viñas nuevas a partir de San Miguel.

Como contraprestación por hacerse con la carnicería, el arrendatario debía pagar la alcabala de la venta de la carne, en una cantidad que a finales del siglo XVI solía ser de 50 ducados.

Abasto de aceite y pescado

Los otros productos sobre los que ejercía el monopolio el ayuntamiento de Aldenueva de Ebro eran el aceite y el pescado y su abasto se arrendaba forma conjunta anualmente, rematándose en subasta pública. Para la venta pública el adjudicatario del abasto se serviría de la tienda municipal “una casa pequeña destinada para la ventta de pescado y azeyte”.

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(1) Condiciones de la panadería de los años 1598 y 1599 AHPLo., Legajo 6.255, 1597-1598, Sin Foliar 20-1-1598, Sebastián del Moral y Legajo 6.270, 1599, Folio 178, Sebastián del Moral. Transcritas por Sara Bustos.

(2) Condiciones de la taberna de los años 1598 y 1599 AHPLo., Legajo 6.255, 1597-1598, Sin Foliar 7-6-1598, Sebastián del Moral y Legajo 6.270, 1599, Folio 176, Sebastián del Mora. Transcritas por Sara Bustos

(3) Condiciones de la Carnicería de los años 1598 y 1599 AHPLo., Legajo 6.255, 1597 -1598, Sin Foliar, Sebastián del Moral y Legajo 6.270, 1599, Folio 169-170, Sebastián del Moral. Transcritas por Sara Bustos

domingo, 23 de noviembre de 2014

La sal, el oro blanco

Olla sin sal, cuenta que no tienes manjar

La sal fue el primer condimento utilizado en la historia de la humanidad y durante siglos ha sido un bien muy preciado fundamentalmente por su función en la conservación de alimentos. La práctica de salar carnes era habitual, sobre todo en el medio rural, donde la carne de la matanza debía conservarse muchos meses. Por su parte la salazón del pescado permitía su consumo en lugares lejanos al de su captura. La sal también llegaba a ser un sustituto de las especias disimulando el estado de descomposición que podían presentar ciertos alimentos. Era además un ingrediente esencial en la preparación de alimentos básicos como el pan o el queso. Su uso no se restringía a la alimentación humana, así la ganadería lanar necesitaba de la sal para alimentar a los rebaños.

Junto a su uso alimentario la sal se empleaba en el tratamiento de pieles y cueros o en la fabricación de jabón y tintes. Así mismo tuvo utilidad médica como tratamiento contra la gota o enfermedades y lesiones de la piel en forma de emplastos y ungüentos por su capacidad cicatrizante.

La importancia y la diversidad de usos hicieron de la sal un producto muy demandado que estimuló un comercio muy intenso desde los lugares donde se producía hasta los núcleos de población y que fue objeto habitual de una especulación que disparaba su precio y dificultaba el abastecimiento regular, duradero y satisfactorio a los consumidores.

Por su relevancia económica la sal estuvo muy controlada y gravada con impuestos y arbitrios. Así a partir del siglo XIV los reyes castellanos establecieron el monopolio del Estado sobre la explotación y el comercio de la sal y se implantaron “alfolís” o almacenes controlados por la Hacienda Real para el abastecimiento de los pueblos con unos límites territoriales definidos y fuera de los cuales los consumidores no podían comprarla.

Las poblaciones además estaban obligadas a adquirir la sal dentro del reino de Castilla y en las salinas que por su ubicación geográfica se hubiera establecido; en el caso de La Rioja Baja la tenían que comprar en Añana. Dando cumplimiento a esta obligación, la sal que se consumía en Aldeanueva de Ebro provenía de los manantiales de salmuera de la localidad alavesa de Salinas de Añana, así gracias al trabajo de Sara Bustos en los protocolos notariales conservados en el Archivo Histórico Provincial de Logroño hemos podido comprobar como en el año 1598 el concejo de Aldeanueva de Ebro se aprovisionó de 200 fanegas de sal en Salinas de Añana: 
En Aldeanueva a 5 de marzo de 1598, Pedro de Guinea, vecino de Salinas de Añana, exhibió sus poderes y recados para cobrar la sal de este lugar y recibió de los alcaldes y regidores 1.500 reales, la mitad de los 3.000 que se le deben de 200 fanegas de sal que este lugar tomó para su provisión. Gil Calvo y Martín González pagaron 650 reales. Juan Muñón y Cosme Lozano pagaron 850 reales. Esta paga se cumplió por Año Nuevo de 1598. (AHPLo., Legajo 6.255, 1597-1598, Sin Foliar 5-3-1598, Sebastián del Moral)

El precio que en esa ocasión tuvieron que pagar los aldeanos por cada fanega de sal fue muy elevado como consecuencia del incrementó de su coste producido en la segunda mitad del siglo XVI, así según los datos aportados por Rosario Porres Marijuán (1) la fanega de sal que se pagaba entre los dos y los tres reales con anterioridad a 1564, pasó a costar seis reales en 1566, llegándose este precio casi a triplicar a finales del siglo, así vemos como el concejo de Aldeanueva tuvo que pagar quince reales por cada fanega de sal en el año 1598.

Y es que la sal alavesa, que ya era una de las más caras de la península, incrementó ostensiblemente su precio cuando en 1564 Felipe II estableció el estanco de este producto. No es por ello extraño que los aldeanos buscarán alternativas a las vías oficiales para la adquisición de este producto básico, encontrandola en en el vecino reino de Navarra donde se podía conseguir una sal no solo más barata sino también “más blanca, más dura y con unas ojuelas más anchas que la de Castilla”.

Este comercio ilegal de sal no era ninguna novedad ya que las villas riojanas habían sido durante siglos la puerta de entrada de la sal navarra a Castilla. Según Rosario Porres Marijuán el contrabando no se había interrumpido jamás, siendo especialmente intenso en Calahorra con quien ya en 1331 había pleiteado Añana alegando que era tal la cantidad de sal que se introducía desde Navarra que los calagurritanos incluso “fazian dello alffolis”, por lo que ese mismo año el rey Sancho autorizó a los vecinos de Añana a embargar la sal y las bestias que se introdujeran desde Navarra y a castigar tanto a los encubridores como a los compradores.

En el siglo XVI el contrabando continuaba siendo una práctica común en las localidades riojabajeñas por lo que Carlos I facultó a la villa alavesa para que pudiera hacer “cala y cata” en esta ocasión en Arnedo a la búsqueda de la vedada sal navarra, autorizando a “prendar e penar” a quienes la tuviesen. 

Nada había cambiado a finales del siglo XVIII, por lo que no resulta extraño que en el año 1786 fueran localizadas en casa de un vecino de Aldeanueva de Ebro cuatro fanegas de sal provenientes del contrabando con Navarra. Según nos dan cuenta Gómez Urdáñez, Ibáñez Castro, Ilzarbe López y Moreno Galilea (2) tras un registro militar dirigido por el capitán de infantería y teniente de cazadores del regimiento provincial de Logroño destinado en la ciudad de Calahorra para la persecución de vagos, contrabandistas y malhechores se descubrió en la casa de Venancio Ruiz “dos sacos con sal blanca de contrabando”, unas cuatro fanegas. El militar ordenó el embargo de los bienes, trasladándose la sal al alfolí de Calahorra bajo la custodia del teniente de visitador de la renta de salinas del partido de la ciudad de Logroño, quien señalará que era “sal cuadrada de la prohibida de Navarra”. Dada la naturaleza del delito se ordenó la captura del contrabandista, un jornalero que según declaración del propio alcalde no estaba en casa, aclarando su mujer que llevaba tres meses fuera del pueblo ganando el jornal.

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(2) Gómez Urdáñez, José Luis; Ibáñez Castro, Juan; Ilzarbe López, Isabel; Moreno Galilea, Diego. "Justicia y orden social: delincuencia y represión del delito en Logroño en el siglo XVIII", Brocar, en prensa.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Técnicas semánticas para la contratación pública

La web del Ayuntamiento de Zaragoza ha puesto a disposición pública un nuevo perfil del contratante que ofrece a los ciudadanos todos los contratos adjudicados por el Ayuntamiento permitiendo la consulta de los adjudicatarios más importantes, el listado de compañías que han trabajado para el consistorio y la relación de contratos según su tipología.


En su apuesta por la web semántica el Ayuntamiento de Zaragoza -en colaboración con la Fundación “Agencia aragonesa para la investigación y el desarrollo”, la Universidad de Zaragoza y la empresa Oesía- ha desarrollado el Proyecto ContSem cuya meta es optimizar la contratación pública incorporando técnicas semánticas a las herramientas utilizadas por las Administraciones públicas para alcanzar los siguientes objetivos: 
  • ayudar a los responsables de compra (administración pública y empresas licitadoras) para mejorar la tramitación de los contratos;
  • perfeccionar la publicidad de licitaciones públicas, potenciando la transparencia, e incrementando la concurrencia de compañías. 


La gestión semántica de los datos necesita vocabularios comunes y, para ello, en el proyecto se ha desarrollado la ontología PPROC, la cual etiqueta semánticamente los perfiles de contratante, facilitando la normalización e interoperabilidad en el ámbito de la Contratación Pública. Dicha ontología permite incluir datos relevantes sobre los procesos de adjudicación de contrato públicos así como la reutilización de la información sobre contratos públicos, tanto por entidades públicas como privadas.

viernes, 14 de noviembre de 2014

¡Vamos a la mesa!: la comida en la Edad Moderna

La mejor salsa del mundo es el hambre y como ésta no falta a los pobres, siempre comen a gusto (El Quijote)
Hasta fechas recientes la monotonía de la dieta y la repetición de las mismas comidas a lo largo de la semana e incluso entre las comidas del mismo día, era la nota característica de la alimentación de toda la población con independencia de las clases sociales a la que perteneciesen. La diferencia entre las clases pudientes y las populares se producía en la cantidad más que en la calidad o la diversidad de los productos consumidos.


La preocupación campesina sobre la alimentación se centraba básicamente en el hecho de que nutriera, que diera sustento y energía para vivir y para trabajar. Con una agricultura de subsistencia eran los ciclos agrarios los que determinaban la disponibilidad de alimentos, por lo que era preciso administrarlos cuidadosamente hasta la siguiente cosecha. Las hambrunas provocadas por las malas cosechas se repetían con frecuencia y a ellas hacían frente aprovechando todo lo que fuera comestible.

Los cereales y más concretamente el pan era el sustento básico y el alimento central de la dieta diaria. Así se ha calculado que el 70 % de la ración calórica de las clases bajas era el pan y las harinas de cereal. El pan se elaboraba con la harina obtenida de diversas clases de grano, siendo el de trigo el de mayor calidad, pero dado su precio estaba reservado a las gentes más acomodadas. El consumido habitualmente por las clases populares era un pan negro hecho con cebada, avena o centeno, solos o mezclados, e incluso se llegaba a utilizar la harina de legumbres como las habas. Junto al pan, otra forma habitual de consumir el cereal era en las sopas de harina, las famosas gachas o farinetas.

En Aldeanueva de Ebro para dar satisfacción a sus necesidades alimenticias, el cultivo del trigo, centeno, cebada y avena era el eje de su agricultura. De sus tierras se obtenía un trigo de buena calidad “especialmente el llamado hembrilla” según se señalaba a mediados del siglo XIX en el Diccionario de Madoz, “que excede en peso al más sobresaliente y granado de Castilla, de suerte que de una fanega suelen resultar 42 panes de 40 onzas cada uno y de exquisito gusto”.

Los cereales eran conservados en los graneros de las casas, moliéndolos a lo largo del año en uno de los dos molinos existentes en el pueblo, el de Machín y el de la Casilla. La harina obtenida de la molienda era amasada en las casas particulares y las tortas de pan convenientemente marcadas eran llevadas a cocer a alguno de los siete hornos del pueblo.

El vino era uno de los ingredientes básicos de la dieta ordinaria y se le consideraba no solo como bebida sino también como alimento y reconstituyente. La importancia de su consumo quedaba reflejada en la costumbre de incluir un azumbre de vino dentro del salario diario de los jornaleros. El vino que se consumía era predominantemente el tinto muy negro y espeso.

El vino era un producto básico que no podía faltar en las casas, por lo que los agricultores de Aldeanueva de Ebro estaban obligados a cultivar viñedo si querían satisfacer sus necesidades. Está constatado que el crecimiento del pueblo corrió paralelo al incremento del cultivo de la vid. El vino era elaborado de manera doméstica en pequeñas bodegas situadas en el interior de los domicilios. La única de importancia era la de la parroquia, donde se elaboraba el 14% del vino de la localidad. Con una producción vinatera destinada al autoconsumo, el único vino que se comercializaba era precisamente el elaborado por la parroquia, vendido en subasta pública.

Tanto el vino como el pan eran producidos para el autoconsumo no comercializándose en el interior del pueblo, así se indicaba en el año 1752: 
En esta villa de ordinario se cogen los frutos de pan y vino suficiente para su abasto y cada cosechero tiene en su casa lo que le conviene de ellos, por lo que por lo regular no suele haber taberna ni panadería determinada.
El cultivo de olivos garantizaba las aceitunas necesarias para conseguir el aceite que se consumía en el pueblo, y que era elaborado en alguno de los dos trujales existentes. En el pueblo se disponía de una tienda, que al igual que la carnicería era municipal y en la que se vendía aceite y pescado.

Muy importantes en la alimentación del mundo rural fueron las legumbres, que se consumían cocidas o transformadas en harina, siendo muy nutritivas y apreciadas por sus cualidades saciadoras. En Aldeanueva de Ebro se producían habas y en menor cantidad garbanzos y arvejones, introduciéndose más tarde las alubias.

Las verduras tampoco faltaban en las mesas, aunque no eran muy apreciadas. Se comían cocidas, asadas, fritas y crudas tanto en ensalada como solas. En Aldeanueva de Ebro las verduras que se cultivaban y por tanto se comían eran berzas, lechugas, escarolas, cebollas y ajos, y ya desde finales del siglo XVII se incorporan verduras procedentes del continente americano como los pimientos y tomates. Más tardaría en popularizarse el cultivo y consumo de las patatas, un producto despreciado como alimento para los humanos y que no se incorporarán a la alimentación hasta mediados del siglo XVIII de la mano de las hambrunas, no es por eso extraño que en el Catastro de 1752 no se haga ninguna referencia a las patatas.

La carne era el alimento más apreciado, si bien su consumo no estaba al alcance de todos, de hecho las clases populares apenas la comían. En cuanto a su tipo, la carne más habitualmente consumida era la de carnero y cerdo, el cabrito era más selectivo y la vaca y el buey eran menos frecuentes. La volatería, bien fuesen aves de caza o aves de corral, era considerada la carne más selecta, más saludable y más tierna, sin embargo los campesinos aunque las criaban sólo de vez en cuando la comían, así habitualmente tenían gallinas para que pusieran huevos pero sólo se las comían cuando ya viejas, bajaba su producción. El consumo de carne se completaba con liebres y conejos, de caza y de corral.
En Aldeanueva de Ebro la principal carne consumida era la carne ovina. Así a mediados del siglo XVIII los 45 pastores que entre mayorales y zagales había en el pueblo pastoreaban unos 1.000 carneros y cerca de 9.000 ovejas churras. La carne de estos animales era vendida en la carnicería de propiedad municipal cuya gestión era arrendada en pública subasta. Los despejos o menuceles sobre todo de carnero eran muy apreciados, por ello no es extraño ver reflejada en la contabilidad municipal como en el año 1572 se le dio de comer a un capitán de armas pan, hígado y vino. Por su parte las cofradías vendían los menuceles de los animales que se comían en sus celebraciones. 

Entre los animales de corral que los vecinos criaban ocuparían un lugar destacado las gallinas y los conejos, pero de ellos no tenemos ningún dato. Sí que sabemos que a mediados del siglo XVIII estaban censados 132 cerdos, por lo que teniendo en cuenta que había unos 1800 habitantes podemos concluir que la carne de este animal no estaba al alcance de todos.

En cuanto al pescado, se consumía en fresco el que se pescaba en las inmediaciones de la localidad. A pesar del dicho de que por Aldeanueva de Ebro no pasa el Ebro, lo cierto es que este río marca su frontera con Navarra, por lo que tradicionalmente sus vecinos se beneficiaron de su pesca teniendo reconocido el derecho privativo de pescar, dando ocupación a alguno de sus vecinos, así por ejemplo en el catastro realizado en 1752 se señala la existencia de un pescador. De sus aguas se obtenían sobre todo barbos y madrillas, así como anguilas. Los aldeanos podían comprar el pescado en la tienda pública.

Dadas las dificultades para el acarreo y comercialización del pescado fresco, para comer otro pescado diferente al obtenido en el río Ebro debían recurrir al pescado seco, las sardinas, el arenque y sobre todo el bacalao serían los principales productos consumidos.

Los árboles frutales era un cultivo marginal en Aldeanueva de Ebro “plantados sin orden pues unos se hallan a las margenes de las piezas y ottros con exttension por ellas” tal y como se señalaba en el año 1752; así entre los ribazos de las fincas había almendros, manzanos, ciruelos, higueras y granados. La fruta obtenida se consumía fresca en su temporada y para poder seguir disfrutándola a lo largo del año se procedía a su secado y conservación en los graneros de las casas.

El dulce era uno de los grandes placeres de la época moderna y el endulzante utilizado era la miel, que en Aldeanueva de Ebro se obtenía de las más de 100 colmenas propiedad de sus vecinos.

A partir de la segunda mitad del XVII y durante todo el siglo XVIII se fue generalizando entre las clases acomodadas el consumo del chocolate. Pero no parece que fuera tan excepcional su consumo, pues de hecho en Aldeanueva de Ebro ya en el año 1752 aparece registrado un “chocolatero”. 

El plato por excelencia era la "olla", guiso muy simple de fácil receta: carne, tocino y verduras, todo junto cocido durante largo tiempo. En Aldeanueva de Ebro a través de la contabilidad tanto municipal como parroquial hemos descubierto los gastos de una serie de comidas, en los que reconocemos los ingredientes de la "olla", así por ejemplo en 1571, al fraile que vino a sermonear el día de San Roque se le preparó una olla de carnero y tocino, el pan y el inexcusable azumbre de vino, completaron su menú.

 Un poco más completa era la olla que preparaban en sus banquetes las distintas cofradías en el siglo XVII, así por ejemplo la cofradía de San Miguel preparaba una enorme olla con 2 vacas, 20 carneros, tocino, mostaza, especias y vinagre, se bebían 9 cantaras de vino y de postre se comían 13 libras de queso. Por su parte la cofradía de San Sebastián el día de su santo patrón del año 1637 se comieron una olla con 9 carneros, 36 conejos, tocino, especias y huevos, regada con 6 cantaras de vino, y de postre naranjas y un queso.

Pero además de la olla ordinaria, se preparaba otra más suculenta para ocasiones especiales, conocida como "olla podrida", a la que además de la carne de vaca o carnero, tocino y verduras, se añadía gallina, cerdo, palomos, perdices, liebres, morcillas, huevos, harina, manteca, garbanzos... Como comidas extraordinarias se estimaba a las pollas, capones, conejos, así como los cabritos asados. Desde el siglo XVII se fue imponiendo el consumo de los dulces y chocolate, así como de las bebidas frías.

Todos estos alimentos, que eran los más apreciados de la época, se ofrecieron en el banquete dado en 1753 al obispo de Calahorra y su comitiva, los cuales se comieron una olla podrida compuesta de 2 carneros, 14 libras de carne de vaca, tocino, 14 perdices, 2 gallinas, 5 capones, 12 pollas, 3 conejos, verduras, 1/2 celemín de garbanzos, 9 docenas de huevos, aceite, manteca, pimienta y azafrán; además se comieron 10 cabritos asados y se bebieron 6 cantaras de vino de pasto y 1 cantara y media de vino rancio; en los postres no faltaron los azucarados, los bizcochos, el chocolate, así como tampoco las bebidas frías. 

BIBLIOGRAFÍA
Pérez Samper, María de los Ángeles. La alimentación catalana en la edad moderna, según el Llibre dels secrets d'agricultura, casa rústica i pastoril de Miquel Agustí
Prats, Joaquín y Rey,Carina. Las bases modernas de la alimentación tradicional
Prado Martínez, Miguel Ángel del. La comida de los siglos XVI al XVIII.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Decálogo del reutilizador de datos abiertos del sector público

En la actividad diaria de la Administración Pública, se generan gran cantidad y variedad de datos con alto valor y gran potencial. Las iniciativas “open data” tienen por objetivo habilitar y facilitar la reutilización de la información del sector público para que repercuta finalmente en la sociedad. El equipo del Proyecto Aporta ha preparado un decálogo que explique los conceptos básicos en materia de datos abiertos y facilite los primeros pasos para todos los agentes –periodistas, infomediarios, entidades privadas y usuarios- que estén interesados en reutilizar dicha información.


Este “Decálogo del reutilizador de datos abiertos del sector público”  aborda los siguientes aspectos:

1. Qué son los datos abiertos. Fuente de información custodiada por los organismos públicos y guiada por una serie de principios que garantizan que se expongan al público en formatos abiertos y estándar y bajo licencias de uso no restrictivas de forma que cualquiera pueda acceder a ellos y reutilizarlos fácilmente.

2. Datos reutilizables: licencias. Listado de las licencias predefinidas y compatibles con los principios open data más frecuentes que determinan las condiciones de uso y las restricciones específicas a la hora de reutilizar la información pública.

3. Dónde encontrar los datos. índice de los catálogos nacionales, regionales y locales donde acceder y descargar los datos abiertos de interés.

4. La calidad de los datos. Normas básicas para aprender a convivir con cierto grado de errores en los datos que vendrán ocasionados en su mayoría por su propio ciclo de vida.

5. Interoperabilidad y estándares. Identificación a los problemas existentes de interoperabilidad en la vertiente técnica, semántica y operativa.

6. Persistencia y volatilidad. Recomendaciones para afrontar que la disponibilidad de los datos no esté garantizada en los términos de uso, produciéndose una discontinuidad en el servicio.

7. Herramientas para el tratamiento de datos. Recorrido por las principales herramientas de scraping, tratamiento de datos, análisis, visualización, creación de mapas y geolocalización, elaboración de series temporales, generación de redes, librerías e interfaces de programación.

8. Formación en el uso de datos. Comunidades nacionales de datos abiertos y eventos open data que tienen lugar en España.

9. Experimentación con datos. Concursos de datos y hackathones que fomentan el desarrollo de soluciones innovadoras basadas en la reutilización de la información pública.

10. El valor de los datos y las oportunidades de negocio. Consejos para la investigación de mercado y conocimiento de las necesidades actuales para el desarrollo de una idea basada en datos abiertos.

De esta manera, el "Decálogo del reutilizador de datos abiertos del sector público" recoge los aspectos más importantes a tener cuenta para dar el salto a reutilizar los datos abiertos para la creación de nuevos proyectos, con fines comerciales o no, pero que seguro que generarán valor que repercuta finalmente en la sociedad.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Resistencia a los juicios de residencia

El juicio de residencia fue el procedimiento de control al que se veían sometidos los oficiales públicos castellanos al finalizar su mandato, y que les obligaba a continuar residiendo en el territorio de su jurisdicción durante un tiempo determinado y a responder de las responsabilidades en que hubieran incurrido como consecuencia de su gestión. Sus antecedentes se remontan a la Edad Media, afianzándose con la llegada al trono de los Reyes Católicos.
 En la Edad Moderna los magistrados que estuvieron sometidos al juicio de residencia en los territorios peninsulares de la Corona de Castilla fueron, particularmente, los corregidores, y simultáneamente, sus tenientes y todos sus subalternos y colaboradores.

El juicio de residencia no sólo examinaba los actos que afectaban al interés directo de la Corona, sino también los que afectaban a los intereses de los particulares que habían estado sujetos a su jurisdicción, utilizándose como un mecanismo para reparar los daños que la administración hubiese causado a los gobernados durante un período determinado. En este sentido para algunos autores la residencia fue un mecanismo efectivo para la defensa de los derechos de los administrados.

Desde que en 1664 Aldeanueva se convierte en una villa independiente librándose de la dependencia tanto de la ciudad de Calahorra como de la de Juan Manuel Íñiguez de Arnedo, se suceden los intentos, sobre todo por parte de este último, por controlar a los cargos municipales mediante el recurso a los juicios de residencia.

El concejo de Aldeanueva supo reaccionar, consiguiendo ya en el año 1671 que la corona prohibiese a los corregidores de Calahorra, Logroño o de cualquier otro sitio tomar residencia a los ministros de justicia de la villa de Aldeanueva. A pesar del mandato real en el año 1676 Juan Manuel Iñiguez de Arnedo intentará tomar residencia al alcalde y demás oficiales de Aldeanueva.

Un año más tarde es el corregidor de Logroño el que pretende tomar residencia a todos los oficiales habidos en Aldeanueva desde el año 1674.

Un nuevo intento se produce en el año 1693 ante el pretendido mal gobierno municipal. Así a instancias de la ciudad de Calahorra, de Juan Manuel Íñiguez de Arnedo o de cualquier otra persona o entidad interesada en el control municipa y que en estos momentos no podemos precisar, en el mes de febrero de 1693, Baltasar García Villalba, Alcalde Mayor de Logroño inicia el juicio de residencia en Aldeanueva.

El concejo reacciona y nombra a un procurador en Madrid para que acuda al Consejo de la Cámara a detener la residencia. Las gestiones del procurador resultan efectivas y el 26 de febrero el fiscal del Consejo de la Cámara pide que el alcalde mayor de Logroño suspenda la residencia en la villa, ya que esta goza de señorío y vasallaje con todas las calidades y prerrogativas.

El 2 de marzo de 1693 el Consejo de la Cámara ratifica la petición del fiscal y emite una provisión por la que manda a Baltasar García Villalba, alcalde mayor de Logroño el cese de la residencia.

Una semana más tarde, el procurador del concejo envía desde Madrid un informe en el que da cuenta de las gestiones que ha realizado y les advierte del riesgo de que se pueda volver a repetir el intento de realizar un juicio de residencia, por lo que les recomienda que para salvaguardar los intereses de la villa no esperen a que se la impongan y que soliciten su realización “en toda forma en conformidad de las cédulas de su majestad” y de esa manera podrán demostrar su buena gestión.

DOCUMENTOS

1671, mayo, 31. Madrid
Cédula real por la que la reina gobernadora doña Mariana, manda a los corregidores de Calahorra, Logroño o de cualquier otro sitio, no entrometerse en tomar residencia a los ministros de justicia de la villa de Aldeanueva de Ebro. 
Archivo Municipal de Aldeanueva de Ebro, caja 1 4 fol. 11

1676, marzo, 19. Calahorra
Oficio de Manuel Llorente, regidor de Aldeanueva a Francisco Cabeza de Vaca Quiñones, corregidor de las ciudades de Calahorra, Logroño y Alfaro, denunciando a Juan Manuel Iñiguez de Arnedo, intentar tomar residencia al alcalde y demás oficiales de Aldeanueva de Ebro 
Archivo Municipal de Aldeanueva de Ebro, caja 1 4 fol. 13

1677, enero, 19. Aldeanueva de Ebro
Protesta de los vecinos de Aldeanueva de Ebro, contra el corregidor de Logroño por pretender tomar residencia a todos los oficiales habidos en Aldeanueva desde 1674.
Archivo Municipal de Aldeanueva de Ebro, caja 4-11

1693, febrero, 26. Madrid
Suspensión de la residencia del alcalde mayor de Logroño en la villa de Aldeanueva determinada por el fiscal José de la Sesma, al tener la villa señorío y vasallaje con todas las calidades y prerrogativas.
Archivo Municipal de Aldeanueva de Ebro, caja 4-12

1693, marzo, 2. Madrid Provisión del Consejo de la Cámara por la que manda que Baltasar García Villalba, alcalde mayor de Logroño cese de tomar la residencia a la villa de Aldeanueva de Ebro.
Archivo Municipal de Aldeanueva de Ebro, caja 1-9 

1693, marzo, 9. Madrid Informe del procurador de la justicia y regimiento de la villa de Aldeanueva ante el Consejo de la Cámara sobre el juicio de residencia que pretendía realizar el alcalde mayor de Logroño. Archivo Familia Ruiz de Bucesta 


Transcripción

Manifiesto a sus mercedes con sumo gusto el afecto con que deseo asistir a todo lo que fuese de la mayor conveniencia de sus mercedes como lo ejecute en todas las ocasiones que convinieron a sus mercedes y fueron servidos de emplearme en su servicio.
El negocio que ha venido a solicitar D. Juan Francisco Giménez de la residencia de esa villa ha salido muy bien ---- de grado mucho haya muy bien despachado que -– habían de hacer mucha fuerza en el Consejo las veces que de que no se había tomado residencia en tantos años y en consecuencia de cuyas noticias – posible que de comisión – que la villa estaba muy mal gobernada y que era necesaria la residencia nos ha sido servido de persuadir a los señores [del Consejo] de lo contrario, y lo ha ayudado mucho el señor fiscal del Consejo que conoció la -– de la villa en su respuesta y juntamente la buena voluntad del alcalde mayor de Logroño y de otros hicieron intencionadamente que con los pretextos que han querido consiguieron ¿imponer? Su conveniencia a costa de la villa y ya que ahora no han conseguido se puede ¿esperar? Repitan las mismas quejas y otras mayores y todo esto se puede remediar con que la villa disponga se tome la residencia en toda forma, en conformidad de las cédulas de su magestad y de ella constará el buen proceder de los ministros que han sido de justicia y del buen cobro de los propios de la villa y en que se han gastado.
Dios guarde muchos años como yo se lo deseo.
Madrid a 9 de marzo de 1693
Firma
Señores justicia y regimiento de la villa de Aldeanueva

martes, 28 de octubre de 2014

La casa-hospital de Aldeanueva de Ebro a comienzos del siglo XX

A comienzos del siglo XX la asistencia sanitaria solamente la tenían cubierta aquellas familias que podían pagar al médico las correspondientes “igualas”. Los pobres de solemnidad -no sólo los mendigos, sino también  los trabajadores más pobres- en el caso de enfermar no tenían otro  recurso que acudir a un hospital de beneficencia. Estos hospitales se caracterizaban por su espíritu caritativo y solían estar en poder de órdenes religiosas y fundaciones caritativas diversas.


En Aldeanueva de Ebro, y ante la falta de un hospital benéfico, Luis Martínez corresponsal en el periódico “La Rioja" publicaba un artículo en octubre de 1914 haciendo un llamamiento a los vecinos para la fundación de una casa hospital donde se pudiera atender los casos extremos que ocurriesen en el pueblo.

La llamada no fue desoída, y la propietaria María Gómez y García del Moral ofreció una casa de su propiedad con espacio suficiente para hospital. Por su parte un grupo de aficionados al teatro organizaron 5 funciones teatrales con las que se obtuvieron 436,59 pts., el primer capital de la casa hospital.

Una comisión gestora se encargó de repartir circulares por todo el pueblo solicitando ropas, muebles y dinero.

De este modo y gracias al aporte de todo el vecindario, el día 8 de septiembre de 1915, festividad de la Virgen de los Remedios patrona de la localidad, se inauguraba la casa hospital de Aldeanueva de Ebro en un acto que fue descrito por uno de sus promotores del siguiente modo:
Con la solemnidad que el caso requería y con asistencia del ayuntamiento en pleno, cabildo parroquial y representaciones de todo cuanto en el pueblo significa algo y vecindario en general que llenaba las anchas vías y prorrumpía constantemente en aclamaciones y vítores a los organizadores de tan honrosa obra y a los acordes de una banda contratada al efectos, habiendo en el trayecto algunos arcos hechos por los vecinos en honor a los hombres caritativos tuvo lugar la inauguración, haciendo uso de la palabra después de bendecido el local los señores cura párroco, alcalde y don D. José González, pronunciando hermosos discursos alusivos al acto, terminado este el ayuntamiento obsequió a los concurrentes con una brillante recepción en el salón de actos de la casa consistorial.
El hospital de carácter benéfico, tendría por objeto el recoger y auxiliar a los enfermos de la localidad de “reconocida pobreza” y cuando sus hijos o personas con obligación de sostenerlas se vieran en la imposibilidad de hacerlo; así mismo se admitiría a los transeúntes que la junta de administración lo creyese oportuno.

La institución estaría regida por una Junta de Administración compuesta por el alcalde, el cura párroco, dos concejales del ayuntamiento y tres individuos de la localidad de “reconocido celo caritativo”.

Para la mejor marcha en el cuidado de las ropas, alimento de los enfermos e inspección en el auxilio de los mismos, se nombró una junta auxiliar compuesta de seis señoras, encargadas de custodiar las llaves del ropero y despensa, de facilitar a los encargados diariamente lo necesario para los enfermos, procurando que nada les faltase, así como de poner en conocimiento de la referida junta cuantas reformas fueran necesarias para el mejor funcionamiento del hospital.

Al cuidado del hospital estaba un matrimonio “de reconocida lealtad y sentimientos religiosos” que vivían en unas de las habitaciones del edificio, quienes cuidaban a los enfermos asistiéndoles y dándoles el alimento y medicinas que el médico ordenaba, lavaban y planchaban las ropas, y mantenían limpio y en las condiciones higiénicas necesarias el establecimiento.

Como pago del servicio de los referidos encargos, se les facilitaba luz, diez y ocho cargas de leña anuales, el jabón necesario para el lavado de ropas de hospital, la asistencia médico-farmaceútica gratuita como a cualquiera de los designados pobres en la localidad, y se les eximía de toda carga municipal.

El 12 de diciembre de 1926, se estimó oportuno la disolu¬ción de la junta del hospital, pasando desde entonces su control al ayuntamiento, a través de la Junta de Sanidad.

PRADO MARTÍNEZ, Miguel Ángel del (1992). La casa-hospital de Aldeanueva de Ebro, La Brújula: Guía informativa de Aldeanueva de Ebro, n. 21 (nov. 1992)