Una de las fortalezas de la Documentación ha sido su tendencia normativa y normalizadora, desarrollándose un importante corpus de normas y reglas para la realización de sus distintos procesos de trabajo (catalogación, clasificación, indización, elaboración de resúmenes…) que han sido de cumplimiento obligatorio en la práctica totalidad de las unidades de información. Hasta tal punto ha sido así, que la calidad del trabajo documental se ha vinculado al estricto cumplimiento de las especificaciones técnicas establecidas por estas normas y reglas.
Pero a pesar de que las normas han contribuido de manera decisiva al desarrollo de la disciplina, dando un mayor rigor al desempeño profesional y mejorando la comunicación e intercambio de los resultados de nuestro trabajo, también es cierto que la obsesión por su cumplimiento nos ha llevado a perder de vista el objetivo final de nuestro trabajo, que no es la realización de un trabajo de una altísima calidad técnica, sino conseguir que los usuarios de nuestros centros consigan satisfacer sus necesidades de información.
Es por ello imprescindible trasladar el centro de atención de nuestro trabajo de los procesos técnicos a los usuarios (reales o potenciales), y dedicar el tiempo y los recursos suficientes para conocer sus necesidades y expectativas y para evaluar el grado de satisfacción que obtienen con los productos y servicios que les ofertamos. De este modo comprobaremos que en muchos casos el cumplimiento estricto de las especificaciones técnicas establecidas en las normas además de consumirnos muchos recursos, dan como resultados productos que no son demandas ni entendidos por nuestros usuarios.
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