La aridez del paisaje alcañizano provoca paisajes tan bellos como las lagunas de las Saladas, donde el blanco salino de la costra que las cubre, se enfrenta en duro contrate con el rojo arcilloso del terreno circundante y con el azul intenso del cielo. A lo que se une en primavera el verde de los cercanos sembrados y el rojo intenso de las abundantes amapolas.
En las Saladas, las aguas de las escasas lluvias quedan atrapadas, sin desagüe posible, entre capas de arcilla; unos encharcamientos que no duran mucho tiempo pues la fuerte evaporación de la zona hace que las lagunas pierden el agua con rapidez y que sus sales se precipiten formando las costras que modelan tan singular paisaje.
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