domingo, 18 de marzo de 2012

Corriendo por la estepa zaragozana


Muy cerca del río Ebro, en la inmediaciones de la ciudad de Zaragoza, se extiende la estepa. Es necesario ascender los algo más de 200 metros de altura que separan el río de los montes del Castellar para encontrarse en medio de un terreno seco y árido, de una belleza dura labrada por el cierzo. Por desgracia, su ocupación militar como campo de maniobras impide el uso lúdico y público de una zona desconocida para la mayoría de los zaragozanos.

Es por ello un privilegio correr por esos paisajes esteparios, algo que pude hacer por segundo año consecutivo el pasado 11 de marzo, al participar en la 6ª Carrera del Ebro.


Este año la distancia fue de 18.540 metros, con un desnivel positivo acumulado de 215 metros con durísimas cuestas que se vieron incrementadas por un fuerte cierzo que nos dio de cara en las subidas más empinadas.

Como no soy amigo del viento, la carrera me resultó muy dura. El primer kilómetro completamente llano a un ritmo tranquilo, dio paso a dos kilómetros de continuas subidas que con las fuerzas todavía intactas las superé con facilidad. A partir de ahí, los continuos toboganes entre el kilómetro 3 y el 10 corriendo contra el viento me fueron mermando las fuerzas, pasándolo bastante mal en la última y durísma cuesta del kilómetro 10. A partir de ahí el pefil se puso de cara con una prolongada bajada de casi cuatro kilómetros interrumpida por una corta y vertical cuesta que más de uno tuvo que subir andando. En los últimos kilómetros ya por la ribera del río, el viento a favor me fue empujando a la meta a donde llegué verdaderamente fatigado a 1 hora y 37 minutos de tomar la salida.

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