lunes, 30 de diciembre de 2013

Breve síntesis de la história de Aldeanueva de Ebro (La Rioja)

Los primeros pobladores

El término municipal de Aldeanueva de Ebro ha estado poblado desde fechas muy antiguas, como lo demuestran los restos arqueológicos hallados en sus inmediaciones. Gracias a ellos podemos saber que ya en la Edad de Bronce Final (alrededor del 800 a.c.) había algún núcleo de población estable.

En época romana, las centuriaciones o reparto de tierras cultivables de Calahorra y Alfaro, se unían en el actual casco urbano de Aldeanueva de Ebro, por lo que su territorio era cultivado por calagurritanos y alfareños, quienes construyeron distintos asentamientos rústicos de los que se han encontrado restos constructivos así como un ara votiva en las proximidades.

Nace una nueva aldea cerca del Ebro

Pero no será hasta la Edad Media, y tras la reconquista cristiana ocurrida a mediados del siglo XI, cuando surja Aldeanueva. Las condiciones que ofrecían las tierras que se extendían entre la sierra de Yerga y el río Ebro la hacían especialmente apetecible para el desarrollo agrícola y pastoril, por lo que progresivamente se fueron estableciendo algunos moradores en una suave loma protegida de las aguadas de las tormentas y con una fuente a sus pies.

De este modo surge una nueva aldea, a la que los documentos de comienzos del siglo XIV llaman indistintamente “la aldea nueva” o “la aldea de la fuente”. Para tratar los asuntos comunes, todos los vecinos se juntaban o "ayuntaban", siendo este el origen del ayuntamiento o concejo del lugar de Aldeanueva. Con la construcción en el S. XIV de una pequeña iglesia en honor a San Bartolomé con cabida para unos 100 vecinos, los aldeanos dispusieron de los elementos básicos de una aldea en esa época.

Un pueblo pujante

El siglo XVI fue uno de los periodos más prósperos de la historia de la localidad. El incremento de la población es continuo gracias a la llegada de gentes tanto de las sierras riojanas como del País Vasco. De este modo se alcanzan los 350 núcleos familiares.

A esta creciente población los límites agrarios le resultaban estrechos, por lo que roturan terrenos marginales e inician la expansión por las jurisdicciones de los pueblos circundantes. Mediante una agricultura de secano se obtenía cereales, aceite y vino; las hortalizas cultivadas en las escasas zonas regables y algunos árboles frutales diseminados por los linderos de las fincas completaban la producción agraria. Los productos obtenidos servían para asegurar el consumo interno del pueblo y los excedentes de vino y pan se destinaban al comercio, principalmente en tierras vizcaínas.

La bonanza económica se manifiesta en una serie de obras de gran envergadura como la ampliación de la iglesia parroquial y la realización de su espectacular retablo mayor o la construcción de las ermitas de San Roque y del Portal.

De aldea a villa: el pueblo de las tres mentiras

Frente a la bonanza del siglo XVI, el XVII está marcado por la crisis demográfica y económica. Iniciado el siglo con una feroz epidemia de peste, la sequía y el pedrisco dejaron en torno a 1650 al pueblo sin grano para sembrar y mucho menos para hacer frente al pago de los impuestos. Una deuda de 14.000 reales a las arcas reales provocó la venta de bienes, casas y enseres de los vecinos por parte de los recaudadores. Esta situación de miseria condujo al abandono masivo del lugar, descendiendo su número a 275 cabezas de familia.

En el año 1663, Juan Manuel Iñiguez de Arnedo compraba Aldeanueva, pasando a ser un pueblo de señorío con el nuevo nombre de Arnedo de Ebro. Pero los vecinos, a pesar de la calamitosa situación en la que se encontraban, decidieron hacer uso del derecho de tanteo, por el cual en un plazo de 60 días podían comprar la villa pagando 4.125.000 maravedíes. No fue fácil conseguir el préstamo de una cantidad tan elevada (de hecho los intereses se estuvieron pagando hasta comienzos del siglo XX). Además se tuvieron que enfrentar a la dura resistencia de Juan Manuel Iñiguez y sus partidarios, viviéndose unas jornadas verdaderamente violentas en la que los tiros de escopeta y las agresiones a personas y bienes se sucedieron. Tras duros pleitos, el 13 de febrero de 1664 Felipe IV admite el tanteo concertándose el 25 de marzo la venta de la jurisdicción, señorío y vasallaje de Aldeanueva a favor de sus vecinos, pasando desde ese momento a ser una villa independiente.

Aldeanueva de Ebro dejaba de ser una aldea, el paso del tiempo había hecho que ya no fuera tan nueva, y lo cierto es que el Ebro quedaba un poco distante. Se podía decir que era el pueblo de las tres mentiras, como a partir de entonces empezó a ser conocido.

Un próspero siglo XVIII

Ya libres de dependencias, el siglo XVIII fue un periodo próspero que se materializó en importantes obras civiles y religiosas. Así la iglesia parroquial se ve fuertemente transformada con la construcción de un nuevo pórtico -desde entonces considerado su entrada principal-, de nuevas capillas, la ampliación de la sacristía, o con un nuevo cementerio construido en su interior. También es probable que en ese siglo se edificara la ermita de la Virgen de los Remedios.

Pero además se emprendieron importantes obras civiles como la construcción de una presa para contener las aguas sobrantes del río Cidacos y conducirlas mediante acequias hasta los campos aldeanos. De esta manera se quería hacer frente a la principal dificultad a la que se enfrentaban los agricultores aldeanos: la falta de agua. Y es que, pese a la proximidad del río Ebro sólo un 9% del término municipal era regable

Auge y caída vitivinícola

El siglo XIX se inicia con la acción devastadora de las tropas francesas, quienes en el año 1808 y por cuatro ocasiones invaden el pueblo. Las guerras carlistas que afectaron de modo indirecto al pueblo y el proceso desamortizador de los bienes eclesiásticos fueron algunos de los acontecimientos que alteraron la rutina diaria de los aldeanos.

En el último cuarto del siglo XIX se produce una radical transformación económica de mano de la creciente demanda de vino tras la destrucción del viñedo francés atacado por la filoxera. Así, las 151 hectáreas cultivadas de viñedo se convirtieron en 1100 hectáreas, a las que había que sumar las 1650 hectáreas plantadas por los aldeanos en las jurisdicciones de los pueblos vecinos. Para atender a la nueva producción el pueblo se llenó literalmente de bodegas, en las que se llegaban a elaborar hasta 300.000 cántaras de vino, que en su mayoría eran compradas por vinateros y comisionistas franceses, guipuzcoanos y catalanes.

A comienzos del siglo XX con el cierre del mercado francés y la aparición de la filoxera en el pueblo acaba con una edad de oro de la viticultura aldeana que no se volverá a repetir hasta finales del siglo XX.

Una 1ª mitad de siglo XX muy dura

La primera mitad del siglo XX fue muy tensa y dura. Las enormes desigualdades en la propiedad, las crisis periódicas de hambre, el desempleo y la miseria de la mayoría de la población, era la realidad social existente. La guerra civil y la dura posguerra completan el panorama de uno de los periodos más difíciles de nuestra historia.

Presente y futuro prometedor

La situación ha cambiado en las últimas cuatro décadas, desarrollándose un periodo de prosperidad que ha transformado el pueblo. La modernización de su agricultura, gracias a la mecanización y a la ampliación de regadíos, ha posibilitado una importante producción hortofrutícola a la par que se ha incrementado la productividad del viñedo, que junto a los champiñones completan la actual producción agraria. Asociada a la agricultura se ha desarrollado una pujante industria alimentaria con varias fábricas de conservas vegetales y un número creciente de bodegas tanto de elaboración como de crianza de vinos. Pero además se ha abierto a otros sectores industriales como el del metal, contando con una fábrica de envases metálicos, que se encuentra entre las más importantes de La Rioja.

Entre sus vecinos más ilustres hay que destacar a Miguel Ángel Sáinz Jiménez, uno de los principales artistas contemporáneos, recientemente desaparecido. De su mano el pueblo se ha ido cubriendo de obras de arte que le han dado nueva personalidad, así sus esculturas, mosaicos, vidrieras, pinturas, se encuentran diseminadas por sus calles y plazas, sus edificios religiosos (iglesia, ermita, cementerio) edificios culturales (cine) y por muchas de las casas particulares; incluso por los montes podemos encontrar sus esculturas.

Prado Martínez, Miguel Ángel del. Tres mentiras con una historia secular. En: La Prensa del Rioja, ISSN 9956-4920, Nº 170, 2003, págs. 12-15  

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