jueves, 23 de octubre de 2014

Llega II República, y la fiesta se cuela entre el caciquismo y las llamadas al orden público

1.- Pervivencia de maniobras caciquiles

El 14 de abril de 1931 se proclamaba la II República en España y el rey Alfonso XIII se marchaba al exilio parisino. Dos días antes los republicanos habían ganado en la mayoría de las capitales de provincia unas elecciones municipales que se convirtieron en un plebiscito entre monarquía y república.


Pero un cambio tan radical del sistema político no debe ocultar la pervivencia, sobre todo en el medio rural, de unos usos y costumbres políticos que incluía maniobras caciquiles como el “encasillado local” y que en virtud del artículo 29 de la ley electoral de 1907 permitía que mediante pactos previos los grupos de poder local se repartiesen los puestos de concejales sin necesidad de celebrar elecciones, impidiendo de este modo la participación popular. Mediante esta artimaña, en las elecciones del 12 de abril serían proclamados cerca de 22000 concejales, de los que 18400 eran monárquicos. Aunque en una pequeña proporción, la aplicación del artículo 29 también permitió la entrada en algunos consistorios de republicanos y socialistas por la vía del pacto, y esto fue precisamente lo que ocurrió en Aldeanueva de Ebro.

En esta localidad riojana, y como venía siendo habitual, los grupos de poder local lograron la componenda necesaria para presentar el mismo número de candidatos que de concejalías a cubrir, por lo que los aldeanos no pudieron acudir a las urnas. El germen del antipoliticismo se seguía alimentando. En esta ocasión la excepcionalidad fue que los designados eran todos republicanos. ¿Pero cómo consiguieron imponer sus candidaturas? La respuesta está en el hecho de que los republicanos aldeanos, muy activos desde comienzos del siglo XX habían conseguido articular unas estructuras y unas bases sociales que obligaron a los notables locales a aceptarlos; a la propia fuerza había que sumar las debilidades ajenas, así tal y como señala José Luis Gómez Urdánez las tensiones entre los concejales de los últimos ayuntamientos, las dimisiones de los ediles y el descrédito general de la dictadura y la monarquía habían abierto una brecha por la que entrarían los republicanos del pueblo con el apoyo de algunos liberales y reformistas reconvertidos ante la inminencia del cambio político.

 Foto: José Luis Gómez Urdáñez

De esta manera Toribio Ocón Rubio, Nemesio Ocón Rubio, Juan Calvo Jiménez, Sebastián Ruiz Fernández, Félix Martínez Ruiz, Buenaventura San Estanislao Ruiz, Casto Gutiérrez Librada, Vicente Jiménez Gutiérrez, Pablo Jiménez Ruiz y Demetrio Ramírez Ruiz, todos ellos pertenecientes al Partido Republicano Radical Socialista se hacían con el ayuntamiento de Aldeanueva de Ebro. Pero la aparente unidad de una corporación formada en torno a las siglas de un partido político, escondía unos difíciles maridajes y unas complicadas componendas entre diferentes intereses, sensibilidades e ideologías que no tardarían en ponerse de manifiesto. La dimisión de dos alcaldes en el plazo de un solo año refleja bien a las claras la inestabilidad de esta primera corporación republicana.

2.- La fiesta

La República llegó con celebraciones populares en la calle, en medio de un ambiente festivo lleno de esperanzas en el cambio. La multitud se echó a la calle cantando el Himno de Riego y La Marsellesa. Y Aldeanueva de Ebro no fue una excepción, y así lo dejó manifiesto el nuevo alcalde, Toribio Ocón Rubio, quien en un oficio enviado el 16 de abril al Gobernador Civil de la provincia le informaba de que: 
la proclamación de la República en España ha sido acogida con gran júbilo y entusiasmo en esta villa, y desde las primeras horas de ayer la banda municipal recorrió las calles del pueblo al grito de “viva la República”, ondeando seguidamente la bandera tricolor en el balcón del ayuntamiento. Tan feliz acontecimiento el pueblo lo celebró durante todo el día.
Foto: José Luis Gómez Urdáñez

Pero la fiesta no duraría mucho y las enormes expectativas de mejora de vida que el cambio de régimen político había creado entre obreros y campesinos pronto chocó contra la realidad de una profunda crisis económica que llevó al desempleo a muchos trabajadores del campo quienes por otra parte no podrán emigrar a las ciudades donde también escaseaba el trabajo. 

3.- Orden público

La República se encontraría con enormes dificultades para consolidarse. A la difícil situación económica y social ya señala había que añadir el antirrepublicanismo de los sectores más influyentes de la sociedad como hombres de negocios, industriales, terratenientes, la Iglesia y el propio ejército.

Ante la importancia de los desafíos a los que se enfrentaban, el orden público se convertirá en una obsesión para las autoridades republicanas. Una obsesión que aunque estaba fundamentada, la discrecionalidad y la brutalidad con la que se defendió, pronto minó el prestigio del régimen republicano. En este sentido, ya el mismo día 15 de abril, mientras los aldeanos como otros muchos españoles estaban festejando la llegada de la República, el Gobierno Provisional se dotaba de un estatuto jurídico que le otorgaba plenos poderes incluyendo la posibilidad de suspender las libertades y los derechos ciudadanos sin intervención judicial. Por su parte se entregaba la defensa del orden público a la Guardia Civil quien tal y como señalan Julián Casanova y Carlos Gil Andrés demostró que no sabía mantener el orden sin disparar.

El mismo día 15 de abril, el ministro de Gobernación destituirá a 50 gobernadores civiles y nombrará a otros 50 afines al nuevo régimen. Era el momento de dejar clara las posiciones, es por ello por lo que Toribio Ocón Rubio, el nuevo alcalde de Aldeanueva de Ebro, el día 16 de abril notificaba al Gobernador Civil que el ayuntamiento estaba al servicio de la República, y por otra parte informaba a sus convecinos mediante un bando de la instauración de la República bajo la presidencia de Niceto Alcalá Zamora, así como su nombramiento como alcalde y por lo tanto “encargado de la administración municipal y orden público en esta villa”.

Foto: José Luis Gómez Urdáñez

El bando de la alcaldía, era sin ningún lugar a dudas una llamada al orden establecido “confío en vuestro respeto al gobierno constituido y a sus representantes” y una advertencia velada de su intención de hacer mantener ese orden “creo que no me veré precisado a llamar la atención de mis conciudadanos por contravenir a las órdenes circuladas; el orden, el respeto, la moralidad y cuantas virtudes adornan a los hombres de sana educación y buen sentido es lo que os recomienda tengáis en cuenta”.

16 de abril de 1931. La fiesta se había acabado.

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