viernes, 20 de septiembre de 2013

Evolución vitivinícola en Aldeanueva de Ebro

El cultivo del viñedo, la transformación de las uvas en vino y su consumo forman parte de nuestras señas de identidad culturales y económicas. El vino fue uno de los ingredientes básicos de la dieta ordinaria de nuestros antepasados y junto al pan constituyó la base fundamental de su alimentación, además de ser componente indispensable en las fiestas religiosas y profanas también se utilizó con fines médicos. La importancia de su consumo quedaba reflejada en la costumbre de incluir un azumbre de vino dentro del salario diario de los jornaleros.

Aldeanueva de Ebro: Vendimiadores a mediados del siglo XX

La diversidad y frecuencia de su uso, hicieron del vino un producto básico que no podía faltar en las casas, por lo que los agricultores de Aldeanueva de Ebro estaban obligados a cultivar viñedo si querían satisfacer sus necesidades. Está constatado que el crecimiento del pueblo corrió paralelo al incremento del cultivo de la vid, así ya desde el siglo XVI son continuas las referencias documentales que nos hablan de la presión que ejercía el pueblo para conseguir licencias reales para la plantación de nuevas viñas ante la continua oposición de la ciudad de Calahorra. Fruto de esta presión es la licencia otorgada en el año 1691 por Carlos II para plan­tar 1.000 fanegas de viñas.

El vino era elaborado de manera doméstica en pequeñas bodegas situadas en el interior de los domicilios. La única de importancia era la de la parroquia, donde se elaboraba el 14% del vino de la localidad. Esta bodega, situada en el sótano de la Casa Parroquial estaba formada por unos lagos o tinos de piedra y cinco cubas de madera. Con una producción vinatera destinada al autoconsumo, el único vino que se comercializaba era precisamente el elaborado por la parroquia, vendido en subasta pública.

Esta situación de un cultivo tradicional dentro de una economía de subsistencia se vio radicalmente transformada en el último cuarto del siglo XIX, debido a la creciente demanda de vino por el mercado francés tras la destrucción de sus viñedos por la filoxera. Así, las 151 hectáreas cultivadas en Aldeanueva de Ebro se convirtieron en 1100 hectáreas, a las que había que sumar las 1650 hectáreas plantadas por los aldeanos en las jurisdicciones de los pueblos vecinos. En el plazo de treinta años de una producción que apenas cubría las 31.000 cántaras de vino que según estimaciones de la época se consumían anualmente en el pueblo, se pasó a producir 300.0­00 cántaras. Vinateros y comisionistas franceses, guipuzcoanos y catalanes eran los compradores del vino producido.

Bodega Gurpegui, recientemente derribada

Para poder elaborar este vino, se construyeron nuevas bodegas, llenándose el pueblo literalmente de bodegas. Así las 24 que había en 1880, se convirtieron en 67 en el año 1889. Junto a las pequeñas bodegas ubicadas en domicilios de los cosecheros donde elaboraban el vino con los métodos tradicionales, surgen nuevas bodegas con visión comercial en las que se introducen los métodos de elaboración de vino a la manera de Burdeos que suponía el despalillado de la uva antes de su fermentación. En estas bodegas empiezan a aparecer las primeras despalilladoras, en un principio simples mesas con una rejilla de madera sobre la que se separaba el grano del raspón, para poco a poco ir apareciendo las despalilladoras – estrujadoras.

Trabajando en una mesa despalilladora a comienzos del siglo XX

A comienzos del siglo XX el cierre del mercado francés y la aparición de la filoxera en el pueblo acaba con la edad de oro de la viticultura aldeana. El arranque de viñas filoxeradas reduce a 180 las hectáre­as de viñedo existentes en la jurisdicción de Aldeanueva. La recuperación resultó costosa, y no será hasta la década de los cuarenta cuando se alcancen las 800 hectáreas. A partir de entonces la producción de uva se mantuvo estancada y la elaboración de vino, centralizada casi en exclusividad en la Bodega Cooperativa San Isidro Labrador, se destinaba fundamentalmente a la venta a granel.


Pero será a finales del siglo XX, cuando la viticultura aldeana de mano de la creciente demanda del vino de origen Rioja comenzó a revivir la pujanza que tuviera un siglo antes. En pocos años, el paisaje agrario se ha transformado para dar lugar a una continua sucesión de viñas. A su vez se ha desarrollado una pujante industria vinatera, de manera que actualmente hay un total de 19 bodegas, incluyendo la mayor bodega de elaboración de La Rioja, Viñedos de Aldeanueva, que supera los 20 millones de litros.

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